jueves, 4 de marzo de 2010

LA LEYENDA DEL HOMBRE CAIMÁN

Era Saúl Montenegro, un joven y apuesto pescador de piel morena curtida por el sol, quien lucia en su boca un diente de oro, que al sonreír le hacia atractivo para las mujeres. Pero que tenía una enfermiza afición por apreciar los cuerpos desnudos de las lavanderas y bañistas que visitaban el caño de “Las mujeres” de Plato.

Cualquier día en que el alcalde de turno, dictó un decreto por el cual se prohibía a los varones visitar o bañarse en el caño de “Las Mujeres”, su decepción fue tal, que de inmediato comenzó a meditar de qué manera podía continuar visitando el sitio para apreciar lo que se había convertido para él en una pasión.

Decidió entonces recurrir a la hechicería, pensando que con conjuros o brebajes podría hacerse quizás invisible o convertirse en cualquier animal. Es así como al ser solicitado por unos Gitanos para que trabajara con ellos en la arría de una recua de caballos y mulos que habían comprado en la región y al indagar hacia donde se dirigían y enterarse del destino a seguir, su rostro se ilumino de alegría cuando le manifestaron que iban hacia el Valle del Cesar y posteriormente subirían hasta la Alta Guajira; y él había escuchado de algunos compañeros, que en la Alta Guajira existían unos indios con grandes poderes y secretos para transformar a los seres humanos en animales.

Decidió entonces, que esa era la oportunidad que había estado esperando para viajar hasta allá y conseguir la pócima que le facilitara un cambio de aspecto para mimetizarse y dar rienda suelta a sus bajas pasiones. Al iniciar el ascenso a la calurosa e inhóspita Alta Guajira, Saúl se separó del grupo y siguiendo solo encontró en una choza oscura y misteriosa al “Gran Piacha”, renombrado brujo indio, que después de escuchar su petición le preparó varias botellas las unas con un liquido de color rojizo que al rociarlo sobre su cuerpo lo convertía en “Caimán” y otras que contenían un liquido blanco que igualmente rociado en su cuerpo le devolvía la forma humana.

De vuelta a Plato, Saúl comenzó a disfrutar de placenteros recorridos por el caño de “Las Mujeres” convertido en “Caimán”, confundiéndose con la espesa vegetación y haciendo intempestivas apariciones, creando pánico entre las desnudas bañistas, que despavoridas corrían hacia el pueblo tal como Dios las trajo al mundo. Y llegada la noche regresaba al puerto de “Jabonal”, donde lo esperaba “Mingo” Padilla, el inseparable compañero, única persona que conocía su secreto y quien era el encargado de rociarle los líquidos.

Pero un día, que no era el del santo de Saúl, la mala suerte quiso que “Mingo” Padilla atacado por una altísima fiebre palúdica no pudiera acompañarle lo que le obligó a contarle su secreto a otro pescador e invitarlo a que viviera con él su apasionante aventura, al tenor de unas buenas botellas con ron.

Rociado el liquido rojizo en su cuerpo, se lanzo Saúl a las aguas de Río Magdalena convertido en “Caimán” como ya era costumbre, y después de disfrutar del espectáculo nudista que se presentaba en el teatro de sus aberraciones con vulvas y senos al aire libre, regresó ya entrando la noche al puerto de “Jabonal” donde le esperaba el primíparo “Negro” Juan, como le llamaban al nuevo acompañante, quien se encontraba adormitado por efectos de la larga espera y del Ron; y al verle emerger de las aguas del río y parase frente a él convertido en enorme saurio, fue tal la impresión que recibió, que de sus temblorosas manos cayó la botella que contenía el liquido blanco y que era la ultima que le quedaba a Saúl, chocando contra las rocas y rompiéndose en mil pedazos, alcanzando a caerle apenas unos pringos en la trompa del “Caimán” lo que le hizo recobrar su rostro de hombre.

Desde entonces Saúl quedó condenado a deambular por el río, caños y ciénagas aledaños a Plato convertido en un Humano saurio: Un hombre con cuerpo de “Caimán” o, un “Caimán” con cara de hombre. Pero a pesar de su desgracia Saúl seguía visitando el caño de “Las Mujeres” y contemplando su espectáculo favorito, olvidándose por ese espacio de tiempo de su condenada existencia.

Por más que su madre, quien indagando supo lo que le había sucedido a su querido Saúl, le iba a consolar por las noches en el puerto de “Jabonal”, llevándole comida como queso, pan y hasta botellas con ron, el hombre “Caimán” se desesperaba cada día mas ante lo cual la madre resolvió viajar hasta la Alta Guajira en busca del Gran “Piacha”, para que le preparara el brebaje de la botella blanca que le devolviera su forma humana. Pero para mayor desgracia de Saúl, el indio ya había muerto, llevándose a la tumba sus conocimientos; lo que hizo que la decepcionada madre, ya sin esperanzas de salvar a su hijo de su desgracia, regresara a Plato muy enferma y acongojada muriendo pocos días después.

El infortunado Saúl, olvidado por todos, agobiado por el hambre y enfermedades, en su desesperación; por las noches reptando llegaba hasta la casa de su madre en donde no encontraba a nadie. Esta situación llevó a que se hiciera notoria su presencia y comenzó a correr en el pueblo el rumor sobre que, el hombre “Caimán” que merodeaba por el caño, todas las noches entraba a la casa de la difunta Sixta Pérez, que así se llamaba la madre de Saúl, a quien los pobladores como no le veían hacia tiempo le creían muy lejos de Plato y comentaban “que ese ingrato hijo siendo el único no había regresado siquiera al velorio de su señora madre”.

En una mañana en que el hombre “Caimán” asustó a un grupo de lavanderas, porque desesperado se había atrevido a llegar a la orilla del caño en pleno día; se armo tal escándalo que los pescadores; sus antiguos compañeros, sin saber de quien se trataba, armados de arpones, cuchillos, palos y escopetas iniciaron su cacería, lo que hizo que el hombre “Caimán” huyera aguas abajo por el río.

El fin de la desgracia del hombre “Caimán” nunca se supo, sólo se corrían comentarios que se publicaban en la prensa de Barranquilla, afirmando que lo habían visto pasar por varios pueblos ribereños del Magdalena desde Tenerife hacia abajo y que había intentado salir a tierra en el Puerto de Sitio Nuevo, pero fue visto, formándose una algarabía tal, que despertó a todo el pueblo, saliendo la gente en su persecución alcanzando a herirle.

Y esta fue la última noticia que se tuvo de la desventurada osadía del hombre “Caimán”.